Aunque falleció a los 28 años tras tomar veronal (veneno), la vida de Teresa Wilms Mont estuvo llena de eventos, de poesía y de desgracia.
Teresa se casó a los 17 años en contra de la voluntad de su familia -parte de la alta burguesía de Chile- con Gustavo Balamaceda Valdés. Su matrimonio la hizo separarse prácticamente para siempre de su familia. Su esposo, sin embargo, tenía problemas con el alcohol y era muy celoso.
Durante su matrimonio comenzó a relacionarse con los sindicatos y a interesarse por los derechos de las mujeres y la lucha social. También en ese tiempo, Teresa tuvo contacto con los masones.
Viajó a Santiago y allí descubre la fascinación por la vida nocturna y la bohemia, algo que luego replicará en otras ciudades del mundo.
Teresa, que es recibida con una gran expectativa, se convierte en una ‘diosa de la noche’.
A una mujer tan extremadamente hermosa, con una mirada profunda y cautivadora, de ojos claros, con un cuerpo espléndido, en resumen, una mujer llena de armonía y sensualidad, y con una conversación animada e inteligente, le surgieron muchos admiradores y amigos.
Ella escribiría en uno de sus poemas: Dos senos de una blancura inquietante; dos ojos embriagados y una mano audaz de sensualidad, se han cruzado en mi camino.
Una voz indefinible, como el hipo de un sollozo histérico, me ha dicho: Soy el erotismo: ¡Ven! Y yo iba; iba siguiendo a esa bacante extravagante, como sigue la hoja de acero al imán. Iba impulsada por el misterio… Mis labios se enfriaban, y en la garganta sentía una opresión de hierro. Iba con la mirada húmeda, los ojos claros como brillantes en alcohol.
Durante esta primera etapa bohemia, Teresa se convierte en amante del primo de su esposo. Fue recluida en un convento, después de que su esposo descubriera su infidelidad. Viviendo como monja y separada de sus dos hijas, comienza a coquetear por primera vez con el suicidio.
Logra escapar del convento con la ayuda del poeta Vicente Huidobro -otro posible amante-. Desde allí viaja a Argentina donde forma amistades con Victoria Ocampo y Jorge Luis Borges.
En Buenos Aires, un joven se enamoraría de ella, y al ser rechazado, se quitaría la vida. Teresa recordaría a su desafortunado amante no correspondido dedicándole un poemario, «Anuarí», en el que cumpliría su amor, aunque solo en un limbo literario.
Formaría una especie de fraternidad sagrada y espectral con Anuarí, una cofradía de la muerte: «En la luz del crepúsculo el cristal de la ventana me refleja la cara. […] Sombra, silencio, nada hay para calmar la inquietud de mi lámpara vital. En sueños, vive en su mundo mi espíritu, llamando a la muerte hermana, errante y eterna.
[…] Me quisiste, Anuarí, y toqué la Gloria en tus brazos.
Desapareciste, y quedé sola, los ojos perdidos en noche de lágrimas.
Bondadosa ha regresado tu sombra, entre ella y el sepulcro espera una hora mi alma.
» Después de Buenos Aires iría a Nueva York en un barco, para trabajar como enfermera durante la gran guerra, pero fue acusada de ser espía nazi.
Dejando América, recorrió las grandes ciudades de Europa y conoció a muchos escritores, especialmente a los españoles Azorín, Ramón Gómez de la Serna, Pío Baroja, Juan Ramón Jiménez y Ramón Valle-Inclán, el más místico del grupo, quien prologaría uno de sus libros: Con el dolor de la caída surge el deseo de regresar a la luz. Maravillosa virtud la de esta voz que llama en la puerta de bronce del templo de Isis: los ecos antiguos se despiertan, y las sombras viejas vienen al conjuro, pasan guiadas por la música de las palabras que se abren como círculos mágicos en un aire de noche.
Esta voz tiene una gracia alejandrina, en ella se une como en el refugio de un viejo alquimista, los venenos verdes de serpientes y plantas, las piedras cristalinas que tienen grabados los signos salomónicos, y las esferas de bronce que señalan el camino de los astros paralelo al camino de las vidas.
Maravillosa voz alejandrina que reinventa el temblor de las visiones apocalípticas, y la mística energía del fakir que disuelve su conciencia en el Gran Todo.
Teresa como una de las sacerdotisas de Isis, la diosa egipcia que «lleva el fruto del sol» y cuyo velo epifánico es el paso hacia los misterios más profundos del alma.
El 22 de diciembre de 1921 entra al Hospital Laënnec, donde muere a los 28 tras tomar una dosis letal de veronal. Fue una crónica de una muerte anticipada. No podía soportar la lejanía de su familia y a la vez sentía un impulso de conocer más, y sentir más, atrapada por el magnetismo irresistible de la noche.
Teresa fue lo más cercano que tuvo la literatura hispanoamericana a Louis Andres Salomé, la musa de escritores e intelectuales como Rilke, Nietzsche y Freud..